MISIONES
El zorro pitoco habita en una importante zona de la provincia
Se lo encontró en áreas naturales protegidas y en predios privados. Científicos de Misiones y EEUU tratan de descubrir algunos de sus misterios.
Científicos de la UNaM, del Instituto de Biología Subtropical (CONICET-UNaM) y del Ministerio de Ecología de Misiones colaboran con investigadores de la División de Ciencias Biológicas de la Universidad de Missouri, EE. UU., para descubrir algunos misterios sobre este enigmático representante de la fauna misionera.
El zorro pitoco o zorro vinagre (Speothos venaticus) es un extraño zorro que habita la provincia de Misiones. Es una especie adaptada a vivir en las selvas tropicales densas de Centro y Sudamérica. Es petiso, colicorto (de allí deriva su nombre vernáculo), cabezón y de orejas cortas. A diferencia de otros zorros vive en familias de entre dos y doce individuos.
Hasta hace muy poco era muy escaso el conocimiento sobre su comportamiento y ecología. Estudios recientes indican que tiene áreas de acción enormes y que, gracias a su vida grupal, puede alimentarse de presas grandes, aunque no se registran ataques a animales domésticos.
En Argentina, solo se lo encuentra en la provincia de Misiones. La situación poblacional del zorro pitoco, una especie críticamente amenazada en nuestro país y declarada Monumento Natural provincial en Misiones (Ley Provincial XVI – 56, antes Ley Nº 3455), era muy poco conocida.
Un estudio publicado en el último número de la revista especializada Wildlife Society Bulletin, del que participaron científicos misioneros, muestra que no todo está perdido para la especie. El estudio, liderado por la Dra. Karen DeMatteo, investigadora de la Universidad de Missouri, indica que la especie está presente en buena parte del territorio misionero que aún conserva grandes porciones de selva.
Lo interesante de este trabajo es que la colecta de muestras de los zorros es efectuada con la ayuda de una especie que constituye una amenaza a su supervivencia a largo plazo: el perro doméstico. “Para encontrar evidencia de la presencia del zorro pitoco usamos perros detectores”, comenta la investigadora estadounidense. “Los perros detectores están entrenados para encontrar heces de zorro pitoco y de algunas otras especies de carnívoros, como el yaguareté. De estas heces podemos recuperar ADN y con éste identificar la especie”.
Una de las científicas que participaron de este estudio, la doctora Carina Argüelles, del nodo Posadas del Instituto de Biología Subtropical (IBS), comentó que “con la ayuda de técnicas de la biología y genética moleculares podemos no solo identificar la especie a la que pertenece la materia fecal encontrada por los perros, hemos podido también identificar al menos veintidós individuos distintos y el sexo de los mimos, catorce machos y ocho hembras”.
El Dr. Mario Di Bitetti, investigador del nodo Iguazú del IBS y participante de este estudio, sostiene que estos resultados son muy auspiciosos. “Gracias al esfuerzo de la doctora DeMatteo, quien desde hace años trabaja en Misiones para conocer la situación del zorro pitoco con ayuda de perros detectores, pudimos aprender mucho sobre su estado poblacional”. Lo novedoso del estudio recientemente publicado por este grupo de científicos argentinos y estadounidenses fue la combinación de técnicas moleculares con Sistemas de Información Geográficos y teoría ecológica para avanzar en el conocimiento de este amenazado animal.
El estudio muestra que, a pesar de lo que se pensaba, el zorro pitoco está presente en una importante zona del territorio misionero. Lo interesante es que se lo encontró no sólo dentro de las áreas naturales protegidas, como el Parque Nacional Iguazú y el Parque Provincial Esmeralda, sino también en propiedades privadas en ambientes bastante degradados y sin ningún tipo formal de protección.
Asimismo, el hecho de que estos zorros toleren un amplio rango de condiciones ambientales es una muy buena noticia para la conservación de los mismos, pero implica también una responsabilidad de toda la sociedad misionera por redoblar esfuerzos por su conservación.